Por qué un viaje en auto puede ser la experiencia romántica perfecta
No hay fórmula más libre —ni más potente— para reconectar con tu pareja que salir a la ruta juntos. Cuando manejás tu propio tiempo, parás donde querés, improvisás una cena mirando las estrellas o cambiás de rumbo porque el cielo se puso lindo en otra dirección, todo cambia. Lo que era «vacaciones» se convierte en aventura compartida.
Me pasó con Sofía en nuestra ruta por Mendoza. Habíamos planeado algo básico, pero en San Rafael una pareja mayor —Mario y Clara, con quienes compartimos una mesa en una bodega— nos insistió en desviarnos hacia El Nihuil. “No hay nada más romántico que esa vista al atardecer”, nos dijeron. Y tenían razón: esa noche, con una botella de malbec, una tabla de quesos improvisada y el lago en calma, sentimos que no necesitábamos nada más.
Los viajes en auto tienen esa magia: te invitan a la conversación, a los silencios cómodos, a las risas espontáneas y a la complicidad. Son una pausa activa en la vida cotidiana, donde todo lo que importa está adentro del vehículo… y lo que está afuera es pura promesa.
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Planificación y flexibilidad
La clave está en equilibrar una mínima estructura con mucho espacio para la sorpresa. Tener una ruta general, algunas reservas claves (sobre todo si viajás en temporada alta) y saber qué distancias vas a recorrer por día ayuda. Pero no llenes el itinerario de puntos fijos.
En nuestro viaje, por ejemplo, la mejor experiencia vino de un cambio de planes: estábamos yendo a Malargüe cuando, en una estación de servicio, un chico nos habló de la Laguna de Llancanelo. Nunca habíamos oído hablar de ella. Decidimos desviarnos… y fue uno de los momentos más memorables: solos, rodeados de flamencos, viento y ese silencio que se escucha con el cuerpo.
Dejá lugar para esos desvíos. Son los que hacen que el viaje sea tuyo.
Detalles que marcan la diferencia: música, snacks y sorpresas
Llenar el auto de pequeños placeres transforma el trayecto. Una playlist curada con canciones que tengan historia entre ustedes —o que la empiecen a tener—, una heladerita con frutas, chocolate, bebidas frías, y uno o dos gestos sorpresa que no le hayas contado a tu pareja pueden hacer una gran diferencia.
Una vez, Sofía escondió una cajita con notas escritas a mano debajo del asiento. Me dio una por día. Cada una decía algo que amaba del viaje o de nosotros. No necesitás nada caro ni complejo, solo intención. Eso es lo que deja huella.
Seguridad y comodidad en la ruta
La seguridad es la base de cualquier viaje romántico. Si vas con tu propio auto, una revisión previa —neumáticos, frenos, luces y fluidos— te dará tranquilidad antes de salir. En cambio, si alquilás el vehículo, podés relajarte sabiendo que todas las unidades ofrecidas a través de Bookingcars.com pasan por controles técnicos regulares y se entregan listas para la ruta. Esa confianza te permite concentrarte en lo que realmente importa: disfrutar del camino y de la compañía.
La comodidad también hace la diferencia. Ajustar los asientos, llevar una manta liviana, elegir ropa práctica y mantener el espacio interior ordenado puede transformar un trayecto común en un viaje placentero. No se trata de lujo, sino de bienestar. Un viaje romántico no debería sentirse como una odisea: tiene que ser fácil, fluido, con la sensación de que cada kilómetro acompaña una buena conversación.


